El aparato locomotor del perro: estructura, crecimiento y patologías
¿Ágil o torpe?
El aparato locomotor del perro: estructura, crecimiento y patologías
Anatomía canina
Independientemente de su tamaño, el perro tiene unos trescientos huesos.
En la anatomía canina, el aparato locomotor se divide en la parte pasiva y activa. La pasiva la forman los huesos y las articulaciones, mientras que la activa incluye los músculos, los tendones y los ligamentos.
Estructura de las articulaciones:
Toda articulación auténtica está formada por al menos dos huesos que se acoplan en las correspondientes superficies articulares creando así un punto móvil en el esqueleto. En ellas encontramos, además, cartílago (en el extremo del hueso), ligamentos y la cápsula articular, que cubre todos los elementos de la articulación. Así se crea la cavidad articular, también denominada "sinovial", pues contiene la "sinovia", un líquido lubricante que permite la movilidad y que aporta los nutrientes al cartílago, algo fundamental, pues el cartílago no cuenta con riego sanguíneo, por lo que no tiene otra fuente de alimentación. Los ligamentos, cuya trama varía de una articulación a otra, son los que garantizan la estabilidad.
Tipos de articulaciones por su forma:
• Articulaciones esferoideas: Por ejemplo, el hombro o la cadera. Las forman una protuberancia redondeada en el extremo de un hueso (cóndilo) que encaja en la cavidad de otro. Permiten realizar movimientos en cualquier dirección.
• Articulaciones cilíndricas: Por ejemplo, el codo o la rodilla del perro. Se trata de articulaciones uniaxiales cuyo cóndilo tiene forma de cilindro. Permiten movimientos en dos direcciones, como pueden ser flexión y extensión.
• Articulaciones deslizantes: Constituyen una subcategoría dentro de las cilíndricas y se caracterizan por presentar crestas óseas. Un ejemplo sería la articulación de la rodilla.
• Falsas articulaciones: Están unidas entre sí por cartílago, tejido conjuntivo o tejido óseo (p. ej., el hueso sacro) y no presentan las estructuras características de una articulación (cápsula, ligamentos y cavidad). De ellas, algunas apenas permiten movimiento y otras, no permiten ninguno.
Crecimiento del perro
En función del tamaño que pueda alcanzar un perro, dejan de crecer entre los diez y los veinticuatro meses de edad. Los de razas pequeñas llegan antes a su tamaño final (con una edad de diez a doce meses), mientras que los de razas gigantes siguen creciendo hasta cumplir los dos años.
El crecimiento "en altura" se desarrolla en los huesos largos como el fémur. En los extremos de dichos huesos se encuentran las denominadas "placas de crecimiento", que es donde la masa ósea crece hasta alcanzar la longitud genéticamente prevista. La información del tamaño que va a alcanzar se encuentra siempre en los genes del cánido. La creencia de que, si le damos más de comer, nuestro dogo crecerá un poquito más es, simple y llanamente, falsa y, ¡ojo!, sobre todo, peligrosa para la salud de sus huesos.
Una vez alcanzado el tamaño genéticamente predeterminado, se cierran las placas de crecimiento. El momento en que lo hacen varía en función de la raza y del hueso en concreto del que se trate. El crecimiento va siguiendo una curva establecida cuya trayectoria individual depende de la raza, el sexo y la alimentación. ¡Cuidado!, el dueño podría intervenir de forma decisiva, pero subrayamos que ha de evitarse a toda costa. Es fundamental que el crecimiento siga esa curva natural para que el aparato locomotor no sufra un estrés excesivo en ningún momento. Hasta cumplir los seis meses, la curva es muy pronunciada, es decir, el crecimiento es notoriamente rápido. A partir de ahí, se ralentiza claramente y la curva se va aplanando. Una vez alcanzado el tamaño definitivo, se cierran las placas de crecimiento, momento a partir del cual los huesos pueden soportar ya todo el peso.
Muchos de los dolores que aparecen en las articulaciones tienen su origen en la etapa de cachorro, cuando el animal está en plena fase de desarrollo. Precisamente en el caso de las razas grandes, para que tengan un buen aparato locomotor, es fundamental criar a los animales de forma sana y buscar descendencia solo de progenitores con un estado de salud impecable. Un dogo que cojea o un retriever con andares de pato es algo que hace daño a la vista, pero puede evitarse tomando las medidas de prevención adecuadas.
Uno de los pilares fundamentales para ello es mantener la curva natural de crecimiento. El cachorro ha de llevar una alimentación equilibrada y con la comida no se le puede aportar más energía de la que realmente necesita. La malnutrición, el sobrepeso y la administración de dosis excesivas de minerales pueden dañar el esqueleto de los cachorros y dar lugar a problemas en la edad adulta.
Cojeras y dolores
Los síntomas principales de una enfermedad del aparato locomotor son una limitación de la capacidad de movimiento y dolor. Algunos de los más característicos, y que el dueño suele detectar rápidamente, son la cojera, la tensión muscular, la rigidez en todo el cuerpo, las posturas antiálgicas y las malas posturas.
Las enfermedades crónicas, como la artrosis, se manifiestan sobre todo tras una fase de descanso prolongada y van mejorando después de realizar cierto calentamiento o ejercicio.
En caso de que una dolencia crónica subsista, la movilidad puede quedar restringida para siempre, lo cual supondría un padecimiento constante para el animal.
Es común encontrarse con deformaciones de las articulaciones perceptibles a la vista, pues se trata de algo que afecta a todas las estructuras que conforman una articulación, tales como el cartílago, los huesos, los ligamentos y los tendones. La consecuencia son procesos degenerativos, hinchazones y malas posturas.
Las articulaciones del perro que con más frecuencia presentan artrosis son aquellas sometidas a un mayor esfuerzo, que suelen ser la rodilla, el codo, la cadera y el hombro. En el caso de aquellos animales que tienen el lomo muy largo, como los perros salchicha, también las articulaciones que unen las vértebras. Asimismo, es muy probable que se desarrolle una dolencia en aquellas articulaciones con malformaciones o con las que el animal adquiere una postura descompensada, porque normalmente no se ejerce una presión homogénea sobre ellas y van sufriendo desgaste.
Clasificación de las enfermedades de las articulaciones
La artrosis en una patología crónica que puede afectar a cualquier articulación y es la misma enfermedad que la que sufre el ser humano. Es degenerativa, lo cual quiere decir que va ligada a un desgaste: con el paso del tiempo, la articulación se va debilitando y sufre alteraciones. Esto acaba dañando su cartílago y pueden aparecer protuberancias óseas que harán que la zona esté cada vez más rígida y tenga cada vez menos movilidad.
La evolución se produce durante un período prolongado, lo cual quiere decir que un diagnóstico temprano permite ofrecer un tratamiento mejor y así contener el daño para que no vaya a más.
De que se vayan debilitando las articulaciones es responsable el desgaste de los huesos ligado a la edad, pero también lo son las malas posturas antinaturales, debido a las cuales el aparato locomotor sufre una descompensación permanente. Otros factores que contribuyen a la aparición de artrosis son el sobrepeso, el esfuerzo físico excesivo y las lesiones e inflamaciones previas. La displasia de cadera o de codo y la espondilosis cervical son tipos específicos de artrosis.
Hay que diferenciar entre artrosis y artritis; esta última es una inflamación de las articulaciones que se produce fundamentalmente como consecuencia de lesiones. Si los traumatismos no son abiertos y la cápsula articular queda intacta, no pueden entrar gérmenes, por lo que no tienen carácter infeccioso. Las infecciones se producen cuando las bacterias logran abrirse paso, si hay una lesión en la cápsula articular. Algunas enfermedades sistémicas graves como la enfermedad de Lyme o la leishmaniosis también dan lugar a artritis infecciosas. Los síntomas son una fuerte inflamación acompañada de un intenso dolor en la articulación. El pus segregado daña en profundidad el cartílago y las superficies articulares, de modo que tras superarse una artritis suele aparecer una artrosis.